jueves, 28 de noviembre de 2013

Ingenua carta a la Alcaldesa de Madrid

El Actor y Director Alfonso Lara, actualmente trabajando en la sala 2 del Fernan Gomez, le envñia esta "Ingenua Carta a la Alcaldesa"


Sra. Alcaldesa,



Me llamo Alfonso Lara Alonso y nací en la ciudad de Madrid, el 30 de Mayo de 1968. Me gusta pensar que, por esa casualidad del destino, conservo en mis venas algo de esa sangre revolucionaria, de aquella imaginación al poder, un soplo de la utopía que luego fue –como sucede siempre- comprada y devorada pero que iluminó al mundo al menos unos días. No soy, pues, francés. No. Soy de La Ventilla. Barrio madrileño obrero y popular donde los haya–es obvio que en un sentido radicalmente diferente al que usted lo es-. Popular, quiero decir. Casualmente me encuentro junto a mi compañía actuando en el todavía municipal, aunque puede que me equivoque, Teatro Fernán Gómez. Representamos una maravillosa obra llamada El divorcio de Fígaro, montaje que hemos pagado de nuestro bolsillo y por el que un día, y tras un arduo camino, se interesó Miguel Munárriz -ya cesado- y con él, ese espacio público. Este texto, visionario, comprometido –como su autor- con el pueblo, con la humanidad, se representó hace cuatro o cinco años en París en La Comédie Française, teatro público francés por excelencia. Fueron pues los franceses -no está de más resaltarlo- los que destinaron una parte de su presupuesto de cultura para pagar ese carísimo montaje. Nuestro montaje es mucho más modesto, no creo que Ödön von Horváth, como Shakespeare, Büchner, Beckett o los grandes dramaturgos de la historia necesiten de grandes aparatajes para ser llevados a la escena. En cualquier caso, y para no desviarnos del asunto, sentí mucha envidia y también admiración por una sociedad que usa el dinero público para hacer montajes que, como El divorcio de Fígaro, nos cuestionan como seres humanos, nos recuerdan lo tenebrosos que podemos llegar a ser y ejercen de la mejor manera posible una de las principales misiones del teatro y el arte en general: hacer autocrítica, severa pero necesaria autocrítica de nuestra sociedad. Mañana, 21 de Noviembre, se cumplen precisamente seis años de la muerte del compañero y maestro Fernando Fernán Gómez. En una suerte de celebración inversa, de ironía digna de una ciudad que no se respeta a sí misma, a su cultura, a su historia ni a los ciudadanos que –como Fernando- decidieron vivir en Madrid y regalarles su arte, el Ayuntamiento, del que usted es máxima representante, decide quitar el nombre de Fernán Gómez al teatro así rebautizado en su momento para –supongo- honrar a uno de los pocos “madrileños” que ha sido Académico de la Lengua, Oso de Plata al Mejor Actor en Berlín en dos ocasiones, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Premio Nacional de Teatro, Premio Nacional de Cinematografía, Premio Goya en no sé cuántas ocasiones, Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio a título póstumo, etc, etc…Creo que Fernando Fernán Gómez no perdería demasiado tiempo viendo cómo retiran las letras de su nombre de la fachada de ese teatro todavía –creo- municipal y cruzaría con cara de póker el Paseo de Recoletos buscando que el sol del invierno le calentase la melena y un whisky le calentase el cuerpo en el Café Gijón. Pero, claro, me surgen preguntas, sencillas preguntas que hacerle a usted, Sra. Alcaldesa de esta pobre y castigada ciudad:
¿Hay alguien en su Ayuntamiento, incluyéndola a usted, que se acerque ni por lo más remoto a un currículo semejante al de ese hombre? ¿Realmente cree usted que tiene potestad, atribuciones –éticas, que son las que realmente importan al fin y al cabo en la vida, porque usted, estoy seguro, se considera y es una mujer honrada y entregada a hacer de Madrid una ciudad cada vez más grande-, realmente cree usted que hay alguien, incluyéndola a usted, que pueda acercarse a lo que Fernando Fernán Gómez significó, significa y significará para la cultura de esta ciudad?
¿Cuánto cuesta la retirada de esas letras? Porque le vuelvo a recordar que soy capaz de trabajar con presupuestos muy muy ajustados. Y conozco much@s profesionales que también lo son.¿Cree usted que ese cambio es “bonito”, necesario, que engrandece la ciudad, que favorece la concordia, que ayuda realmente en algo?Hablando ahora de las atribuciones que su cargo le confiere, por supuesto, ¿quiere usted que se la recuerde como la Alcaldesa que quitó el nombre de un hijo ilustre de la ciudad, del que se puede presumir en todo el mundo visto su historial y producción, a un teatro al que ustedes –y cuando digo ustedes me refiero a ustedes los “populares” -pusieron ese mismo nombre? ¿A qué razones obedece ese cambio? Porque lo argumentado de que la anterior denominación de Centro Cultural de la Villa es más “popular” y ha permanecido en la memoria de la gente, se sostiene difícilmente a nivel popular –en el sentido valioso, me permitirá decirlo, del término-. Una ciudad debe presumir de los miembros destacados de su pueblo. Nuestra única patria, señora Alcaldesa, es el pueblo y nuestro legado el recuerdo del poco o mucho amor que conseguimos sembrar durante nuestra permanencia en este mundo. Los cargos, supongo que usted lo sabe, y todo lo demás, arden en el fuego del olvido. Hay excepciones, claro. Supongo que usted sabe también que Madrid, en concreto, presume mucho de algún alcalde que se ganó al pueblo –jóvenes, viejos, artistas o no- por su cariño, simpatía, amor por la cultura y su recuerdo permanecerá siempre en el corazón de los madrileños.Todas estas obviedades que usted sin duda conoce y pondera, porque estoy seguro de que quiere lo mejor para su ciudad –usted también es madrileña- ¿le causan algún tipo de problema? ¿Es consciente de que su primera responsabilidad debe de ser defender a los madrileños, sobre todo a los ilustres, su nombre, su legado, su ejemplo? ¿Sabe usted, real y honestamente, que si se diera el caso –por ahí circulan rumores y el documento en el que la recién creada empresa Madrid Destino pone de manifiesto su sentido e intenciones podría certificarlo sin duda- de que el Ayuntamiento, con usted al frente, dejara SIN TEATROS PÚBLICOS MUNICIPALES a Madrid pasaría usted a la historia de esta ciudad como la persona que vendió, literalmente, el teatro público a unos cuantos mercaderes? ¿Respondería esa venta a motivos ideológicos, escrupulosamente éticos, cree usted que sería lo mejor para esta ciudad? ¿La considera realmente popular –en el sentido de amor a su pueblo madrileño, como usted sin duda siente- u obedece a otro tipo de razones? ¿Qué razones son esas si las hay? Por favor, quiero conocerlas. ¿No le da envidia de los franceses que cogen a un autor extranjero, lo convierten en francés y lo proyectan al mundo –y con él la imagen de su país como aglutinador de culturas y personas-? ¿No cree que la cultura madrileña podría ser una industria potente y rica con la que crear marca, puestos de trabajo? Madrid siempre fue alegre y multicultural. Ahora no lo es, su imagen exterior es pésima y usted lo sabe.¿Por qué diría usted que está Madrid de moda hoy en día?¿Cree que venderle el teatro a alguien que, lógicamente, buscará su propio beneficio es el mejor servicio que puede usted prestar a esta –su- ciudad? ¿Realmente lo cree? Disculpe usted, señora Botella. Me he desviado de Fernando Fernán Gómez, artista, de El divorcio de Fígaro y de todo lo demás porque hay un océano de preguntas que me brotan y que me gustaría hacerle. Si su visión de la vida fuera tan radicalmente opuesta a la de la gente de la que he aprendido, con la que he llorado, me he reído, que me han estimulado a seguir en este mundo y le han dado un sentido a mis días; si usted fuera tan “distinta” a esos madrileños –de nacimiento y adopción- que me han enriquecido con sus creaciones y actos, permita que le diga que sentiría miedo. Miedo de pensar que el gobierno de nuestra ciudad está en manos de alguien cuyos motivos no obedecen para nada a la humanidad y el amor a la cultura, sino a otro tipo de intereses, desconozco de qué signo. O que el gobierno de nuestra ciudad está en manos de alguien que no tiene en cuenta nada de lo que he dicho anteriormente y CREE que lo mejor para su ciudad es esos cambios de nombre, esas privatizaciones, etc. Quiero suponer que usted siente compasión por la gente que se queda sin trabajo, que le gusta ir al cine o al teatro –yo mismo he actuado para usted en cierta ocasión-, se respeta a sí misma e intenta que la institución que coyunturalmente dirige lo haga de igual modo. Usted – a menos que la Wikipedia mienta y si es así, hágaselo corregir- ha sido y es casi exclusivamente funcionaria PÚBLICA. Su carrera profesional la ha desarrollado en la Administración Pública (Ministerio del Interior, Ministerio de Hacienda, Delegación de Hacienda de Valladolid, Ministerio de Obras Públicas, Gobierno Civil de Logroño…) ¿No le gustaría que sus hijos tuvieran el mismo acceso que ha tenido usted a un puesto de trabajo, a una cultura pública económica y de calidad? ¿O prefiere para ellos un cargo bien remunerado en una empresa privada al servicio de, por ejemplo, algún octogenario de pelo teñido que tiene una novia de veinticinco y sus intereses? ¿Está usted agradecida a esas Administraciones que la han acogido durante su viaje o cree que hay que trocear esa propiedad pública –popular- y dejarla en manos de unos cuantos? Es mentira que lo privado tenga más calidad o sea más barato. Mire usted Movistar, Repsol o lo que quiera usted mirar. Ni tienen más calidad ni son más baratos que si fueran empresas públicas, se lo aseguro.Me conformaría con que me respondiera a un par de estar preguntas. Los "gestores" que tiene usted en el Área de Cultura del Ayuntamiento, ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen?, ¿qué experiencia tienen en el ámbito de la cultura? ¿con quién han empatado? Por favor, no piense en sus conciudadanos como imbéciles sin remedio. 

Y ahora me despido con una frase de Fernando Fernán Gómez, ¿lo recuerda? El extraño viaje, El viaje a ninguna parte, Las bicicletas son para el verano, El espíritu de la colmena, Bélle Epoque, El mundo sigue, Pim, pam, pum… ¡fuego!, La colmena… Fue velado entre tangos en el Teatro Español. Teatro municipal, creo“ Hay dos maneras – quizás más, pero yo no las conozco – de que el hombre, los hombres, se defiendan de aquellos de entre ellos mismos que se afanan, en defensa de sus propios intereses, en privar a los demás del que debe ser su bien más preciado, el único que les permite identificarse con ellos mismos: la libertad. "

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