Yo no era la primera vez que me despertaba. Pero llevaba muchos años durmiendo la siesta del sueño de la clase media. Había ido abandonando poco a poco el activismo más comprometido de los 20 años y volcandome poco a poco en ese sueño pequeño burgués del trabajo, más o menos, estable, la promoción profesional, tener una pareja, hijos, una casa, un coche, vacaciones... una estabilidad que te atonta. Que te hace preocuparte solo por ti y tu familia.
El encuentro con todas aquellas personas ilusionadas jóvenes y mayores. Compartir con ellos la necesidad de una sociedad diferente, de una vida diferente. Marchar juntos en cada manifestación, correr juntos en cada carga, lavantar unos postes, colocar unas telas o tirar un cable. Participar en las asambleas. Tardes y noches en común. Al salir del trabajo o los fines de semana. Con los críos por ahí danzando.
La acampada terminó, pero no la lucha contra lo que nos había llevado allí. Recupere la ilusión por el activismo. Desde entonces he asistido a montones de manifestaciones, concentraciones y actos. Asambleas de barrio...
Decidí pasar a la primera línea del sindicalismo en la empresa cuando los tiempos estaban más revueltos.
En estos 5 años, mi vida personal a dado algún giro radical también. Pero no me he vuelto a dormir. Permanezco en una vigilia constante para la denuncia de todo tipo de abusos e injusticias. Y ahora tengo un motivo que no tenía con 20 años. Bueno tengo 2, una de 10 años y uno de 6 a los que me gustaría dejar un mundo más justo y un planeta en el que vivir.
Despertamos, desperté de nuevo y no quiero volver a dormir hasta conseguir que las cosas cambien. En lo pequeño, en lo local y también a nivel global.
Despertamos y recordamos que las calles, las plazas, las ciudades, los pueblos, los centros de trabajo, las escuelas, los hospitales, todo es nuestro y lo vamos a recuperar.
Salud y revolución.
El encuentro con todas aquellas personas ilusionadas jóvenes y mayores. Compartir con ellos la necesidad de una sociedad diferente, de una vida diferente. Marchar juntos en cada manifestación, correr juntos en cada carga, lavantar unos postes, colocar unas telas o tirar un cable. Participar en las asambleas. Tardes y noches en común. Al salir del trabajo o los fines de semana. Con los críos por ahí danzando.
La acampada terminó, pero no la lucha contra lo que nos había llevado allí. Recupere la ilusión por el activismo. Desde entonces he asistido a montones de manifestaciones, concentraciones y actos. Asambleas de barrio...
Decidí pasar a la primera línea del sindicalismo en la empresa cuando los tiempos estaban más revueltos.
En estos 5 años, mi vida personal a dado algún giro radical también. Pero no me he vuelto a dormir. Permanezco en una vigilia constante para la denuncia de todo tipo de abusos e injusticias. Y ahora tengo un motivo que no tenía con 20 años. Bueno tengo 2, una de 10 años y uno de 6 a los que me gustaría dejar un mundo más justo y un planeta en el que vivir.
Despertamos, desperté de nuevo y no quiero volver a dormir hasta conseguir que las cosas cambien. En lo pequeño, en lo local y también a nivel global.
Despertamos y recordamos que las calles, las plazas, las ciudades, los pueblos, los centros de trabajo, las escuelas, los hospitales, todo es nuestro y lo vamos a recuperar.
Salud y revolución.
Jose Antonio Cosano