domingo, 15 de mayo de 2016

Despertar es la palabra

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Yo no era la primera vez que me despertaba. Pero llevaba muchos años durmiendo la siesta del sueño de la clase media. Había ido abandonando poco a poco el activismo más comprometido de los 20 años y volcandome poco a poco en ese sueño pequeño burgués del trabajo, más o menos, estable, la promoción profesional, tener una pareja, hijos, una casa, un coche, vacaciones... una estabilidad que te atonta. Que te hace preocuparte solo por ti y tu familia.
El encuentro con todas aquellas personas ilusionadas jóvenes y mayores. Compartir con ellos la necesidad de una sociedad diferente, de una vida diferente. Marchar juntos en cada manifestación, correr juntos en cada carga, lavantar unos postes, colocar unas telas o tirar un cable. Participar en las asambleas. Tardes y noches en común. Al salir del trabajo o los fines de semana. Con los críos por ahí danzando.
La acampada terminó, pero no la lucha contra lo que nos había llevado allí. Recupere la ilusión por el activismo. Desde entonces he asistido a montones de manifestaciones, concentraciones y actos. Asambleas de barrio...
Decidí pasar a la primera línea del sindicalismo en la empresa cuando los tiempos estaban más revueltos.
En estos 5 años, mi vida personal a dado algún giro radical también. Pero no me he vuelto a dormir. Permanezco en una vigilia constante para la denuncia de todo tipo de abusos e injusticias. Y ahora tengo un motivo que no tenía con 20 años. Bueno tengo 2, una de 10 años y uno de 6 a los que me gustaría dejar un mundo más justo y un planeta en el que vivir.
Despertamos, desperté de nuevo y no quiero volver a dormir hasta conseguir que las cosas cambien. En lo pequeño, en lo local y también a nivel global.
Despertamos y recordamos que las calles, las plazas, las ciudades, los pueblos, los centros de trabajo, las escuelas, los hospitales, todo es nuestro y lo vamos a recuperar.
Salud y revolución.

Jose Antonio Cosano
 

5 años del 15M

lunes, 7 de marzo de 2016

8 de Marzo: Dia de la Mujer Trabajadora



Llevo una semana dándole vueltas al tema… Se acerca el día de la mujer trabajadora… bueno… de la mujer, porque todas trabajan, unas a cambio de un sueldo y otras no (es la coletilla, me sale de forma automática).
Y, la verdad, no se me ocurre por dónde puedo enfocar mi texto.
Eres delegada de Igualdad, me repito, tú mejor que nadie para escribir algo, ¿no?
Y me pongo a analizar mi situación laboral, a ver de dónde puedo sacar la inspiración.
Veamos… soy mujer, eso ya podría ser algo. Y trabajo a cambio de un sueldo, luego ya tengo dos puntos.
¿Me ha costado llegar a donde estoy ahora? Joder que sí…
Recuerdo la primera vez que leí en un contrato “según Convenio”. Ahora sé que lo pone en todos, pero por aquel entonces no lo sabía. Era la primera vez que trabajaba de eventual para un organismo público. Yo tendría por aquel entonces unos veintiocho años. Y me dio por ojear eso que llamaban Convenio y que hasta ahora me sonaba como la piedra filosofal…
Y, mira por dónde, ese día descubrí que mi sueldo venía estipulado por una ley y que, por primera vez, no tenía que discutir con el productor de turno sobre cuánto valía mi sudor y mi esfuerzo. Ya no tenía que aceptar un contrato de “Auxiliar Administrativo” o “Artista” o ”Apoyo Técnico” porque era la única forma de que un productor aceptase trabajar con una mujer maquinista.
“No me sales rentable”, me dijeron una vez, “me sale más a cuenta contratar a un chico de carga y descarga que a ti, pero me sales más barata y te han recomendado… así que esto es lo que hay, ¿aceptas?”. Imbécil de mí, aceptaba, le daba la razón. Tenía su lógica ¿no?
La frase “según Convenio” me abrió los ojos. “Fíjate”, me explicaron una vez, “la cantidad de gente que ha luchado para que se escriba en un papel que todos tenemos derecho a cobrar un sueldo en función del trabajo que se realiza, no de si eres hombre o mujer”.
Por suerte, la vida me ha dado grandes profesionales de los que aprender, oportunidades para demostrar que valgo tanto o más que otros y compañeros que me enseñaron a valorar mi trabajo.
Hoy puedo celebrar que soy mujer, que trabajo, que se me valora y que cobro lo mismo que mis compañeros hombres. Que comparto trabajo con más mujeres trabajadoras, que se ganan su jornal como todos.
¿Soy una privilegiada? En absoluto. Soy una trabajadora. Como las miles de mujeres que lo somos. Lucho porque haya miles más que puedan ejercer su derecho a la igualdad y vean recompensado el trabajo de forma justa.
Y lucho porque deje de haber un 8 de marzo en el calendario en el que nos tengamos que recordar que las mujeres seguimos siendo inferiores, que seguimos cobrando menos, que tenemos que esforzarnos más…


  • Datos:

La brecha salarial (la diferencia relativa que existe en la media de los ingresos brutos por hora) entre hombres y mujeres de 2014 en Madrid, según un informe de UGT Madrid, es de un 26%. Esto quiere decir que hay más hombres en puestos más altos y, por tanto, cobran más; que los despidos a mujeres han aumentado con respecto a años anteriores y que en sectores mayoritarios de hombres (industria, por ejemplo) el sueldo medio “según Convenio” es mayor que el sueldo medio en empresas mayoritarias de sexo femenino (sector sanitario, por ejemplo).

Ahora me pregunto yo, ¿qué puedo hacer? De momento lo que estoy haciendo, escribir, intentar que mi entorno sea sensible a este tema, trabajar para que mi empresa tenga el nivel adecuado de igualdad y seguir luchando para que más gente como yo consiga trabajar de forma digna.

Esther  Serrano: Mujer, Maquinista y Delegada de Igualdad.

domingo, 21 de febrero de 2016

Estos son mis privilegios (2)

Sentada frente a mi ordenador en la oficina de Señores de Luzón, no puedo evitar pensar en mis privilegios.
¡Qué afortunada soy de poder trabajar en una profesión que adoro y en una empresa pública! En una empresa que garantiza los derechos de los trabajadores, que valora la profesionalidad y la capacidad de todas las personas que trabajamos para ella y que recompensa y promociona a la gente por su formación, trabajo diario y esfuerzo.
Soy muy afortunada por tener un puesto de trabajo que encaja perfectamente a mi perfil, un puesto cuyas responsabilidades se adecúan a la categoría que tengo.
¡Ay, perdón! Que no es así…
Como yo, muchas de las personas que trabajamos en oficina decidimos dedicarnos a una profesión que nos costó años de formación (en mi caso, una diplomatura, una licenciatura y un máster). Formación a la que tuvimos que dedicar, además, mucho tiempo y esfuerzo para adquirir un mínimo de dos años de experiencia. Tenemos una preparación más que demostrada, con muchos años de experiencia y dedicación en esta empresa y, sin embargo, nuestras categorías son muy inferiores a nuestra formación y capacitación y, en muchos casos, requieren altas cargas de trabajo y responsabilidades que nada tienen que ver con lo que deberíamos desempeñar según dichas categorías (en mi caso, administrativo).
Como si esto fuera poco, sufrimos, además, las consecuencias de una fusión mal gestionada. Una fusión en la que se ha integrado a distintas personas en un mismo departamento porque las funciones que realizan son, aparentemente, las mismas, pero que, en realidad, tienen categorías diferentes y salarios muy dispares. Una fusión que ha logrado que muchos de los directivos de esta empresa no asuman responsabilidades ni tomen decisiones porque las distintas direcciones que han gestionado esta empresa a lo largo de los últimos tres años tampoco han marcado unas líneas de acción a seguir. Decisiones y responsabilidades que bajan hacia las personas que estamos en el último escalón y que lo único que queremos es seguir haciendo que nuestro trabajo tenga unos mínimos de calidad.
No podemos seguir asumiendo estas injusticias en nuestro propio puesto de trabajo. No podemos seguir asumiendo todas las injusticias que conlleva la falta de dirección y directrices claras.
Porque solamente pedimos que se nos reconozca todo lo que llevamos haciendo por esta empresa desde el primer momento que entramos en ella.

Estíbaliz Robles

Documentalista - Administrativo

Estos son mis privilegios (1)

Desde  mi cómodo butacón de cuero del patio de butacas del Centro Cultural de la Villa, no puedo evitar pensar en mis privilegios.
¡Qué afortunado soy de poder trabajar en una profesión que adoro! Una profesión que hace años, sentado en la arena de la playa mirando a la bahía de Cádiz, decidí que sería a lo que me gustaría dedicarme y con lo que poder ganar mi sustento.
Y soy afortunado, sí, porque tras años de hacer bolos por media España, tras cargar y descargar camiones, montar trusses, focos y escenografías en cualquier escenario que me pusieran por delante, conseguí que me hicieran un contrato indefinido en Madrid Arte y Cultura.
Soy muy afortunado por dedicarme al mundo del Teatro y por tener unas condiciones de trabajo que muchos quisieran.
Soy un privilegiado por poder tener unos horarios estables, por poder disfrutar de los días de fiesta como todos los compañeros de mi empresa, por saber con suficiente antelación dónde y cuándo me tocará acudir a trabajar cada día, por poder salir una hora antes de trabajar en verano y San Isidro.
¡Ay, perdón! Que no es así…
Como yo, los niños mimados de los teatros (como en más de una ocasión he tenido que oír), casi 100 personas, tenemos los privilegios de no poder disfrutar de las fiestas que marca nuestro calendario laboral, no pudiendo, por ejemplo, disfrutar de la ilusión del día de Reyes junto a nuestros hijos, o no poder el día de Navidad celebrar una comida en familia porque tenemos que llegar prontito al teatro para abrir el telón.
No podemos saber, con una antelación lógica, dónde y cuándo tendremos que trabajar la semana siguiente (nuestro horario puede variar desde las 9 de la mañana hasta la 1 de la madrugada), con el consiguiente perjuicio para conciliar nuestras vidas más allá de las puertas de nuestros teatros.
No podemos, en verano, salir una horita antes de trabajar, como hace el resto de la empresa, pues la realidad de nuestro trabajo hace que eso no sea posible, y por ello nos compensan con cinco días libres. Cinco días libres que, muchas veces, no tenemos tiempo en el resto del año para poder disfrutarlos porque no hay suficiente personal para atender todos los espacios que debemos cubrir.
No somos niños mimados. No pedimos privilegios.
Porque solamente pedimos lo que éticamente nos parece justo: que se respete todo aquello que viene en nuestro Convenio.

Joaco Arjona

Oficial Iluminador-Electricista nivel 14