Desde mi cómodo butacón de cuero del patio de
butacas del Centro Cultural de la Villa, no puedo evitar pensar en mis
privilegios.
¡Qué
afortunado soy de poder trabajar en una profesión que adoro! Una profesión que
hace años, sentado en la arena de la playa mirando a la bahía de Cádiz, decidí
que sería a lo que me gustaría dedicarme y con lo que poder ganar mi sustento.
Y
soy afortunado, sí, porque tras años de hacer bolos por media España, tras
cargar y descargar camiones, montar trusses, focos y escenografías en cualquier
escenario que me pusieran por delante, conseguí que me hicieran un contrato
indefinido en Madrid Arte y Cultura.
Soy
muy afortunado por dedicarme al mundo del Teatro y por tener unas condiciones de
trabajo que muchos quisieran.
Soy
un privilegiado por poder tener unos horarios estables, por poder disfrutar de
los días de fiesta como todos los compañeros de mi empresa, por saber con
suficiente antelación dónde y cuándo me tocará acudir a trabajar cada día, por
poder salir una hora antes de trabajar en verano y San Isidro.
¡Ay,
perdón! Que no es así…
Como
yo, los niños mimados de los teatros (como en más de una ocasión he tenido que
oír), casi 100 personas, tenemos los privilegios de no poder disfrutar de las
fiestas que marca nuestro calendario laboral, no pudiendo, por ejemplo,
disfrutar de la ilusión del día de Reyes junto a nuestros hijos, o no poder el
día de Navidad celebrar una comida en familia porque tenemos que llegar
prontito al teatro para abrir el telón.
No
podemos saber, con una antelación lógica, dónde y cuándo tendremos que trabajar
la semana siguiente (nuestro horario puede variar desde
las 9 de la mañana hasta la 1 de la madrugada), con el consiguiente perjuicio
para conciliar nuestras vidas más allá de las puertas de nuestros teatros.
No
podemos, en verano, salir una horita antes de trabajar, como hace el resto de
la empresa, pues la realidad de nuestro trabajo hace que eso no sea posible, y
por ello nos compensan con cinco días libres. Cinco días libres que, muchas
veces, no tenemos tiempo en el resto del año para poder disfrutarlos porque no
hay suficiente personal para atender todos los espacios que debemos cubrir.
No
somos niños mimados. No pedimos privilegios.
Porque
solamente pedimos lo que éticamente nos parece justo: que se respete todo
aquello que viene en nuestro Convenio.
Joaco Arjona
Oficial Iluminador-Electricista nivel 14
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