Siempre quise tener una empresa. Cuando iba al colegio de pequeño, recuerdo que en esas tardes de invierno en las que todos estábamos nerviosos porque no podíamos salir al patio a jugar, la profesora invariablemente nos mandaba hacer una redacción. La redacción era de lo que se le ocurriera, sobre el invierno, sobre el fin de semana, sobre lo que nos gustaba…
Yo siempre escribía la redacción sobre mi empresa. Era una empresa pequeña, con pocos trabajadores... en fin algo manejable.
Cuando fui creciendo, me di cuenta de que tener una empresa no era tarea fácil, se necesitaban ideas, recursos de todo tipo y mucho esfuerzo para llevarla a cabo.
Eso fue cuando fui creciendo. Ahora que ya estoy crecido, al menos lo que he podido, me doy cuenta que para tener una empresa no es necesario nada de lo que yo creía, solo tienes que tener influencias políticas, una sonrisa amplia, una buena dosis de cinismo, entrar en un ayuntamiento y hacerte con la gerencia de una de las empresas municipales. Desde ese momento ya tienes tu empresa. No importa que no hayas tenido las narices de gastarte un euro en su equipamiento, en contratar a trabajadores, en construir los edificios, oficinas… no importa en absoluto, porque todo te lo han regalado con dinero público.
Me imagino a todos los habitantes de un municipio entregando todos los días dinero para construir una empresa y luego decir… ala ahora se la damos a este señor tan simpático… mira que sonrisa tiene…
Ahora es cuando el señor junta a los trabajadores a los que él no paga, coge un micrófono que no ha pagado, les mira a los ojos y entonces es cuando dice.: Esta empresa es mía y hare con ella lo que yo quiera. Me recuerda a la película de Shreck cuando el burro dice…tengo un dragón y no dudaré en utilizarlo.
Quien lo vea desde fuera puede pensar que esto es una fábula, como las de la antigua Grecia, pero como la historia tiende a repetirse por que los humanos tendemos a olvidarla, resulta que no, que te encuentras a auténticos depredadores para los que el servicio público no existe, para los que solo hay una solución, la extinción de esos seres tremendamente molestos que son los trabajadores y si pertenecen al sector público.. mejor. Siempre es un buen trofeo que reseñar en el currículo maravilloso de un buen CEO.
Lo peor es que el CEO se ha puesto manos a la obra. Una reforma, la del teatro Fernán Gómez que tuvo un coste para las arcas públicas, es desmantelada hoy con total impunidad.
Desaparecen sus letras una a una como queriendo arrancar de cada una de ellas cualquier pequeño vínculo que las pudiera unir con el teatro, como queriendo eliminar cualquier terminación nerviosa que pudiera comunicarse con el edificio o con otras letras.
¿Se convertirá el Teatro Fernán Gómez en otro Teatro Madrid… Se quedará como un Teatro sin nombre, con historia, con esa historia que crece día a día sin darle importancia porque forma parte de la vida, con historia digo, pero sin nombre?...
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